miércoles, 15 de septiembre de 2010

El cielo de Barcelona es un techo



Últimamente los sin techo, esa gente a la que imaginamos desdentada o piorreica, olorosa a pis y a vino de caja, flaca muy flaca y acompañada indefectiblemente por una manta y/o un par de bolsas de supermercado anudadas y rellenas de cosas que son un misterio, dejaron de ser exclusivamente enfermos mentales, alcohólicos y drogadictos. Y así como en algún momento de la economía se conoció en el mundo a los nuevos ricos, hoy vemos el surgimiento, bien al margen de la economía, de los nuevos sin techo: inmigrantes y divorciados.


                Tras pasar por duros procesos en los que han perdido todo, lo material y lo afectivo, los nuevos callejeros buscan refugio en pares con los mismos desahucios para compartir, al menos, las limosnas.
La casa es el mundo de los que no tienen casa, escribió alguna vez Juan Goytisolo y en este sentido, los vagabundos –los tradicionales y los bisoños- no son ningunos tontos, puesto que prefieren para “linyerear” una de las ciudades más importantes del mundo: Barcelona.
                 ¿Tendrán los sin techo ínfulas de cosmopolitismo o habrá otras razones para explicar este fenómeno?
Encontré la respuesta hace poco, en una entrevista realizada por el diario La Vanguardia, a Bartolomeu Marí, director del MACBA (Museo d´Art Contemporani). En referencia a los sin techo que se acomodan plácidamente en los alrededores del Museo, dijo Marí: “…no es tan fácil sacar a los sin techo que viven a la sombra del museo. Barcelona reparte miles de comidas gratis, tiene buen clima y es una ciudad próspera y entretenida. Tú puedes planificar un espacio para un uso, pero al final, se lo da la gente. Tenemos otro pintor sin techo que cuelga su obra en las paredes exteriores del Macba y la vende,  por lo menos intenta venderla…”
 En otras palabras, Barcelona es lo más cercano a la casa ideal, dentro de ella no se pasa hambre ni frío ni aburrimiento ni falta de desarrollo en todos los ámbitos.

Con/sin techos
                 A la hora de buscar hogar, los sin techo parecieran buscar las mismas ventajas habitacionales que los con techo. Hagamos una comparación directa:
 Los con techo prefieren los lugares ventilados, con buena iluminación, que nos protejan de los excesivos calores y fríos. ¿Y el sin techo? ¡Ahí lo tenemos! ¡Escogiendo el clima de Barcelona! Primaveras y otoños óptimos, soles que entibian en invierno y brisas que siempre refrescan en verano, y si esto no fuera suficiente para apaciguar el calor, siempre está a mano el mar, con playas llenas de optimismo multicultural. Y además, a menudo, como tan perfectamente lo define Proust “ese caer que se extiende, toma reglas, adopta un ritmo y se hace fluido, sonoro, musical, incontable, universal: llueve” .La lluvia, durante todo el año, en su justa medida; no para aguar la existencia sino para hacerla más llevadera.
 Otro aspecto importante para los con techo, son los sanitarios. Sin duda, las casas se cotizan mejor cuando ofrecen comodidades a nuestros momentos unipersonales más íntimos. Qué pasa con el sin techo. ¡Hombre tan fisiológico como cualquiera, marcha temprano a los parques (que proliferan por la ciudad) para hacer uso de las excelentes instalaciones de los aseos públicos! Esos relucientes lugares muy raramente adolecen del faltante de papel higiénico, de jabón líquido y de un secador de manos que siempre funciona cuando se lo pulsa. Asombra pensar que las condiciones sanitarias públicas de Cataluña son, muchas veces, superiores a las de varios baños privados.
Lo que enunciaré a continuación suele ser un lujo para los con techo, quienes anhelarían tener en casa: un gimnasio, plasma gigante,  una biblioteca inconmensurable, un parque, arte (música, pintura, etc) e internet (que aunque no sea servicio de lujo, suele ser bastante dispendioso) ¡El sin techo lo tiene todo! Circuitos de ejercicios físicos en las plazas, ciclos de cine y conciertos, libros de ediciones recientes en las bibliotecas (si es que aún no perdió su documento para hacerse el carnet de socio) y ordenadores para chatear con otros sin techos dentro de  una silenciosa y amplia sala de cualquier biblioteca municipal.  Parques y paseos (Montjuic es muy grato) sobran y en cuanto a los museos, una vez al mes son todos gratis. O disfruta el arte en plena calle, a toda hora cada vez que pasa delante de la casa Batlló o la Pedrera o por la Sagrada Familia.
                Un punto a tener en cuenta es alguna discapacidad del con techo; seguramente querría que su casa le hiciera la vida más fácil. Si el sin techo tuviera alguna minusvalía, la ciudad le permitiría desplazarse con tranquilidad, porque las rampas, semáforos para ciegos, señalizaciones y las calles en general, están dispuestas para que puedan circular todos por igual.
Por último, diremos que los con techo, desean fundamentalmente que en sus casas no falte el alimento ni el vestido, pero sobre todo que no falte el alimento. El sin techo tiene el tema de la vestimenta resuelto: la gente arroja a los contenedores ropas de excelente calidad, pero es la comida, sin duda, lo más importante para él. Entonces, el sin techo con hambre se pone en acción. Cada día, los supermercados tiran kilos de comida a la que le falta un par de días para vencer. El sin techo puede servirse de esa dieta o bien asistir a los comedores. Por otro lado, si pudo hacer algo de dinero (vendiendo sus obras de arte, por ejemplo) no le costará demasiado comprar su propio alimento. Las marcas blancas ofrecen a la población (y el sin techo es parte de ella, aunque no esté censado) una cantidad de productos alimenticios valuados en céntimos. Teniendo en cuenta que ser sin techo implica no tener ni cocina ni nevera, he armado el “menú sin techo”, cuyo costo alcanzaría aproximadamente el costo diario de 1.40€.  El menú está pensado para dos personas, dos sin techo que pueden dividir los gastos o bien para dos días de un sin techo.
Menú sin techo.
Desayuno y merienda: 1 leche (0.50€)  más un pan baguette (0.40 €)
 Almuerzo y cena: 2 latas de sardinas (0.60€), 250 gramos de fiambre (0.60€) un pan de molde de 24 rebanadas (0.60€).
También pueden comprar para vivir un vino (0.70€en caja, 1€ en botella) y un zumo de frutas (0.55€) pero con este gasto el presupuesto aumentaría a casi dos euros; el agua potable, no obstante, es potable y se toma de los bebederos públicos.

Hay otros elementos que se añaden y que no son poco importantes: todo con techo desea tener en casa la referencia de un médico de confianza, todo con techo quiere avanzar en la vida y sobre todo ser libre dentro de casa. El sin techo no se queda atrás: la atención médica catalana es excelente y todos tienen derecho a la salud, existen centros de formación gratuitos para aprender idiomas u oficios y si hay algo que caracteriza a  Barcelona es su libertad: puedes caminar por la Rambla con un penacho azul en el centro de la testa, que nadie te tildará de raro ni te mirará mal.
Aunque nos resulte ilógica la idea de vivir en la calle, tiene bastante lógica que un sin techo tome a la ciudad como su hábitat. Y no es que quiera, con este artículo, hacer apología de una vida al estilo Los amantes del Pont Neuf, nada más lejano; pero sí decir que esta enumeración de beneficios callejeros puede parecer fútil, hasta que un día, salimos de Barcelona y nos damos cuenta de que no todo el territorio español es el mismo y que no en todos lados las bibliotecas son tan anchas ni los parques tan abundantes ni los lavabos tan funcionales. No en todos lados, la vida cotidiana - y eso incluye el ocio- está tan parejamente resuelta para todos: los sin y los con (techo).

Cielo-techo
El escritor Roberto Bolaño no fue un sin techo, pero casi. Durante sus primeros años de residencia en Barcelona se ganó la vida como guardia nocturno en un camping de Castelldefells, uno de los tantos oficios que realizó para sobrevivir en su etapa inmigratoria. En esa época, Bolaño escribió como pudo y cuando pudo, hasta que un día, lo leyó un tal Herralde. Al poco tiempo, le llegaron al chileno los reconocimientos, los premios y el trabajo de verdad: dedicarse por entero a las letras. Es imposible no emocionarse al pensar que sus novelas nacieron bajo este cielo barcelonés, el   mismo que en este momento techa al chico africano que sobrevivió al viaje en patera, al artista que vende sus cuadros en el Macba o al inmigrante que perdió todo.
Todos los que nacieron en otra tierra y llegaron a Cataluña por diversas circunstancias (¿o será más propio decir todos los que hoy viven acá y que por diversas circunstancias nacieron en otra tierra?) Tuthom, a la noche, ya sea que se arrebujen entre diarios o entre edredones satinados, sienten que, por suerte, están durmiendo en casa.
Aleshores, ells i elles donen les graciès al cel, en un idioma nou: el de l’ igualtat.



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