martes, 27 de diciembre de 2011

Locura en Sabadell


Creo haber dicho ya que Sabadell es un pueblo agradable. Tranquilo, amable, de gran mayoría socialista (pueblo “rojo”, con algunas pintas Opus Dei, pero rojo al fin) solidario, abierto.

Creo haber dicho también – si no en este blog, en mis conversaciones cotidianas- que el único elemento que pareciera lacerarnos la salud mental en Sabadell, es el sonido martirizante del campanario que da la hora cada quince minutos (sí, cada quince) y que se erige frente al ayuntamiento, cerca del cual yo vivo, amenazado permanentemente por la idea interna de colarme en la iglesia para desactivar la compleja ingeniería de ese reloj o bien para subirme a lo alto del campanario a serruchar el badajo.

Hasta hace unos días, hubiera asegurado que, de no ser por la campana loca, este pueblo es de lo más normal. Pero es que aún no conocía las “meditaciones”, realizadas por un grupo de gente que tiene tres mil campanitas de todos colores sonando a destiempo… adentro de su cabeza.