Inmigrar es cosa seria, un acto que no pocas veces pone a
sus protagonistas en situaciones de peligrosa alienación mental. Pensemos por
ejemplo en aquellos que dejaron a sus hijos siendo lactantes y los vuelven a
ver otra vez cuando éstos ya transitan
el principio de la pubertad, pensemos en aquellos que vendieron todas
sus pertenencias para apostar por otro país en el que deben empezar de cero y
que tras años de trabajo en la nueva tierra, vuelven a perderlo todo (el caso
de los desahucios hipotecarios en España). ¿Sigo? Personas a las que se les
mueren a la distancia sus seres más cercanos y no pueden estar junto a ellos, o,
en las antípodas del drama, personas cuyos amigos o familiares atraviesan por
situaciones muy felices y aquí queda el inmigrante, privado por la distancia de
poder compartir esos momentos.
Un inmigrante, en cualquier lugar del mundo, debería ser honrado y mirado con mucho respeto, por la valía que su figura representa. Por el contrario, quien inmigra no sólo debe soportar la ignorancia y la falta de inteligencia y de sensibilidad de los nativos, sino también de aquellos a quienes dejó en su país de origen.
No pocas veces, quienes están de este lado del mundo, reciben reclamos y agresiones (vía telefónica, vía facebook, vía mail) por parte de los que no se movieron del otro lado. ¿Por qué? Las causas pueden ser muy variadas: mecanismos de defensa por el dolor que provoca la ausencia, cierto resentimiento (a fin de cuentas, el que se fue vive en Europa y para los de allá esto puede tomarse como un privilegio); pero la más común, creo yo, es la imbecilidad nacida del prejuicio, de la obtusa suposición.
Enumeraré aquí algunos mitos que los no inmigrantes tienen sobre la inmigración, para que todo aquel que se sienta identificado le reenvíe este post a sus familiares y amigos; a ver si de una buena vez por todas, los que se quedaron, dejan de lado las necias elucubraciones y toman conciencia de la complejidad de este fenómeno: la inmigración.
Mitos creados por los que se quedan, en torno a los que se van
1. “Si se fue es porque tiene dinero para pagarse el pasaje y para estar allá”. Falso. La mayoría ahorra durante mucho tiempo o vende todo lo que tiene. Suelen perderlo todo para apostar por una mejor calidad de vida para él y los suyos. No se equivoquen, los que tienen dinero no inmigran, simplemente vienen a Europa de vacaciones.
2. “Seguro que se la pasa viajando por Europa” Falso. Si bien es cierto que viajar por Europa tiene un costo muy bajo; atravesar la frontera sin documentos implica un riesgo muy algo puesto que el inmigrante puede ser detenido y/o exponerse a una carta de expulsión así como también a ser retenido en un centro de internamiento para extranjeros (cárceles para inmigrantes que no han cometido ningún delito y que son encerrados por el sólo hecho de no portar documentos nacionales)
.
“Se va porque no quiere a su patria” ¿Qué es la
patria? Cicerón escribió “Donde quiera que se esté bien, allí está la patria”
El inmigrante busca ese bienestar y cuando lo encuentre, hallará su patria y la
amará.
4.
“Él o
ella abandonó a su familia y a sus amigos” Juicio equivocado. El inmigrante
parte precisamente para compartir un pasar más digno con familias y amigos.
Familia y amigos suele ser el motor principal de estos viajes que se inician
para cambiar la historia personal y de quienes rodean a estas personas. No se abandona a nadie, al contrario, los
lleva en su memoria y tanto la familia como los amigos suelen ser la principal
razón de la resistencia para vivir en la nueva tierra.
5.
“Con todo lo que hay para hacer en esta
sociedad, él, o ella, se va” La corrupción en los diversos estamentos; la
asfixia económica, propia y circundante del país de origen, generan en el
ciudadano que un día decide partir, más impotencia que posibilidad de acción.
Quedarse implica padecer a la par de otros, sin resolver nada, hundirse él
junto con todos. Irse, significa la esperanza de volver con recursos para
ayudar a otros o de ayudarlos a la distancia. Quien se va, está convencido de
que es mucho mejor fundar o aportar a una organización que combata la miseria,
a formar parte de ella en calidad de beneficiario que va a buscar una caja de
comida cada mes.
6.
“No sé por qué se fue, si acá lo tenía todo” ¿Ah
sí? Y si lo tenía todo ¿por qué habría de irse? La aseveración de este mito es
un simple y llano insulto a la inteligencia del inmigrante. No se parte por abundancias, sino por
carencias y por búsquedas personales.
7.
“Allá él lo pasa muy bien” Nadie sabrá jamás
cómo es la vida de un inmigrante, salvo que amanezca cerca de él, que conozca
sus pasos diarios, que entienda dónde vive, qué come, en qué piensa, qué
siente, cómo son sus atardeceres y sus noches. Quien no está al lado de una
persona que está lejos no debería hablar. Probablemente ese que habla, no
toleraría ni una cuarta parte de los sufrimientos de la inmigración.
8.
“Allá él,
o ella, lo esta pasando muy mal, y ahora
con la crisis seguro está peor que acá”. ¿Sí? ¿y es por eso que no vuelve no? ¡Menudo
bobo ha de ser ese inmigrante! ¿no? Este mito 9 es también un insulto a la inteligencia
del inmigrante. La dureza de la vida en tierra nueva, un poco más dura si se le
suma la actual crisis económica, se compensa: los precios estables, el mar, el
arte, las culturas, la seguridad en las calles, las bibliotecas, las
cinematecas, los museos, la atención médica gratuita (aunque la atención haya
desmejorado con el último gobierno, en el caso de España) y sobre todo: LA
ESPERANZA. Pese a todo, vale la pena seguir viviendo acá y el que está del otro
lado (en una sociedad extremadamente desigual), lo sabe, aunque quiera negarlo
a través de estos mitos.
9.
“Allá siempre va a ser un extranjero” No se
equivoque señor o señora inventor o inventora de mitos: A veces se es más
extranjero en el propio país que en el país de adopción. De hecho, la
etimología de la palabra extranjero nos lleva a “extraño” (del francés antiguo
“estrangier” (estrange –extraño + el sufijo francés –ier, indicativo de
profesión u ocupación) y éste a su vez
del latín “extraneus” cuya base es la raíz extra, es decir, fuera de. Como podrán
ver nos sentimos “fuera de” estando dentro de nuestros países. La sensación de
“extranjeridad” no va necesariamente vinculada a esa tierra que ustedes
consideran ajena.
10.
“Hizo nuevos amigos y se olvidó de nosotros” Sí,
se hacen nuevos amigos. Si el inmigrante tuviera que retornar a su país, viviría
un doble desarraigo, porque la gente de acá ya es parte de su alma. Pero sus
nuevos lazos, tan saludables por otro lado, no anulan los lazos anteriores,
sobre todo cuando han sido profundos. El dolor de las ausencia no puede
mensurarse ni aplacarse con gente nueva. (de esto hablo en )
¿Tienes más mitos para aportar? ¡Agrégalos!
Y si eres inmigrante ¡comparte estos mitos! Para que de una vez por todas, los
que se quedan, entiendan a los que se van.
Barcelona, 21 de julio de 2013; Marcel.
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